domingo, 20 de mayo de 2007

La articulación del territorio hasta el siglo XIX

LA RECONQUISTA
La Reconquista
Los hispano godos que no quisieron someterse a la dominación musulmana se refugiaron en las montañas de Asturias y en los altos valles de los Pirineos. Desde estos lugares se inició la reconquista, una rebelión contra el invasor que se mantuvo durante más de siete siglos.
Al frente de la rebelión de los astures se puso Don Pelayo, noble godo y primer rey (718-737) de Asturias y León , que obtuvo su primera victoria sobre el Islam en Covadonga (722). Años después, su sucesor, Alfonso I (739-757), recorrió el Valle del Duero y trasladó, hasta Asturias, a los cristianos que por allí estaban desperdigados. De esta forma, consolidó su pequeño reino y la meseta septentrional se convirtió en un territorio de nadie entre los dominios musulmán y cristiano.
La dinastía Omeya de Damasco fue derrocada y subió al poder la dinastía Abassí de Bagdad. Uno de los supervivientes, Abderramán ben Omeya, se trasladó a Córdoba y se proclamó emir independiente (756-788). Las luchas internas en la Península propiciaron que Carlomagno, rey de los francos, penetrara hasta el sur de los Pirineos, en una zona donde los pamploneses había logrado manrener cierta independencia apoyándose, según les convenía, en astures, musulmanes o francos.
Con Abderramán III (912-961) se consolida el califato de Córdoba, que se extendía hasta el valle del Duero y más allá de Ebro. El califato independiente se convirtió, durante más de un siglo, en el centro cultural y comercial más activo de occidente. Allí acudían filósofos, médicos, geógrafos, historiadores y artistas de todo el mundo musulmán. El califa Al-Hakam II (961-976) llegó a reunir una biblioteca de 400.000 volúmenes. Pero el califato tuvo una vida muy corta. Tras la muerte, en el año 1002, del general árabe Almanzor que había conseguido, mediante el despliegue de una gran actividad bélica, que los cristianos se replegaran a los mismos territorios en los que se habían refugiado cuando se inició la reconquista, la autoridad de los sucesivos califas, diez entre los años1009 y 1031, se resquebrajó de tal forma que la España musulmana se disgregó en numerosos y pequeños reinos de taifas entre los que sobresalieron los de Sevilla, Badajoz, Toledo, Zaragoza y Valencia por su gran actividad cultural y su nivel de vida.
Mientras el califato se disgregaba, el rey de Navarra Sancho el Mayor (Sancho Garcés III, 1000-1035) consiguió extender su influencia a toda la España cristiana, desde los condados catalanes hasta el reino de León. Pero, en su testamento, repartió sus dominios entre sus tres hijos. García de Nájera le sucedió en Navarra; Ramiro recibió el condado de Aragón y adoptó el título de rey, y Fernando recibió Castilla que había sido convertida en reino, al que por herencia unió el reino de León., a la muerte sin sucesión de su cuñado, Bermudo III (primera unión).
A todo esto, los condados catalanes se enmarcaban en la denominada Marca Hispánica. Francos o gente de Barcelona, les llamaban en los otros reinos peninsulares, pero los francos les llamaban hispanos. El sentimiento catalán se formó por la oposición a francos y musulmanes. El primero de los condes de Barcelona fue Wifredo I, el Velloso (Gifré, el Pelós) (874-897). El Pelós, inició una dinastía que consiguió independizarse de la monarquía carolingia con Borrell II (947-992), pues se negó a rendir vasallaje al monarca franco, Hugo Capeto; Ramón Berenguer I (1035-1076) consiguió crear Cataluña, ya que aglutinó bajo la autoridad del Conde de Barcelona todos los otros condados, configurando de esta manera el principado en ciernes. En lo referente a la legislación civil, mandó recopilar (1068) los usos y costumbres de Barcelona en un códice llamado en latín Usatici, que, traducido al catalán con el nombre de USATGES, regulaba las relaciones entre señores y vasallos.
Todos los nuevos reinos y condados continuaron su lucha por extender sus territorios y forzaron a muchos de los reinos de taifas a pagar tributo. Esto, unido a la mejoría económica por la entrada de peregrinos que recorrían el camino de Santiago, reforzó la situación de prosperidad de los reinos cristianos. El avance de la Reconquista, y especialmente la toma de Toledo (6.5.1085) por el rey Alfonso VI de Castilla (1065-1109), obligó a los reinos musulmanes a pedir ayuda a sus vecinos del norte de Africa, los almorávides, grupo de religiosidad intransigente. Yusuf ben Tasfin, tras reunir más tropas en Sevilla y en Granada, venció a Alfonso VI el Bravo en la batalla de Zalaca (1086). Con esta derrota se inicia para Alfonso, tras catorce años de sonados éxitos militares y políticos, un periodo de desgracias e infortunios a pesar del inestimable apoyo de su vasallo El Cid Campeador, Rodrigo Díaz de Vivar.
Yusuf consiguió unificar la España musulmana bajo su poder y expulsó a los soberanos de los diferentes reinos de taifas; con ello puso fin a la brillante cultura hispano musulmana. Frente a la carencia de una arte almorávide, el arte cristiano se materializó, entre otras manifestaciones, en una gran expansión de iglesias y monasterios de estilo románico.
A mediados del siglo XII, la Reconquista había experimentado un notable avance, tanto en Castilla, como en Aragón. Pero Alfonso VII (1126-1157) dividió el reino entre sus dos hijos, Sancho III de Castilla y Fernando II de León, con lo que se inicia un periodo de rivalidad entre los dos reinos.
Mientras Portugal y Navarra afianzaban su independencia, Aragón y Cataluña se habían unido (1137) por el compromiso de matrimonio entre la heredera del reino de Aragón, Petronila, que solo contaba dos años de edad, y el conde de catalán Ramón Berenguer IV (1131-1162) que había heredado los condados catalanes, a excepción del de Provenza y las tierras del otro lado de los Pirineos que correspondieron a su hermano Berenguer Ramón.
Ramón Berenguer prometió respetar los fueros , usos y costumbres aragoneses, y solo detentó el título de Príncipe de Aragón, nunca el de rey. Ramón Berenguer fue un excelente diplomático que además de consolidar la unión definitiva entre el reino de Aragón y el condado de Cataluña obtuvo notables triunfos en la guerra contra los musulmanes. A cambio de su alianza con Alfonso VII de Castilla, el Emperador de los reinos cristianos españoles, contra Sancho VI de Navarra y de reconocer al rey de Castilla su "Alta Señoría" sobre todas las tierras de España, consiguió que se le reconocieran los derechos de conquista que los catalanoaragoneses tenían sobre las tierras de Valencia y Murcia y no pagar tributo, ni rendir vasallaje al rey castellano.
Petronila, que siempre había delegado las tareas de gobierno en su capaz esposo, quedó viuda a los veintiocho años y abdicó en su hijo primogénito, Ramón Berenguer, que, en memoria de su tío Alfonso I el Batallador, rey de Navarra y Aragón, adopto el nombre de Alfonso II. Alfonso solo tenía doce años de edad y contó, por acuerdo en vida de su padre, con la protección del monarca británico Enrique II de Plantagenet, duque de Aquitania por su matrimonio con Leonor de Aquitania.
La intervención de los almohades representó una grave amenaza para los reinos cristianos, especialmente para Castilla donde se creó, como medio de defensa, la orden militar de Calatrava (1158). En 1195, Alfonso VIII de Castilla es derrotado en Alarcos. La reacción cristiana llegó en el año 1212 y en la batalla de las Navas de Tolosa los reyes de Castilla, Aragón y Navarra, al frente de sus respectivas tropas, derrotaron al ejército almohade, lo que significó el fin de su poder. La expansión de los reinos cristianos seguía avanzando.
Después de las Navas de Tolosa, la España musulmana fue cayendo en poder de los cristianos. Tras la conquista de Mallorca (1229) y Valencia (1238) por Jaime I de Aragón; de Córdoba (1236) y Sevilla (1248) por Fernando III de Castilla y León, y de Cádiz y el reino de Murcia por Alfonso X; solo quedó en manos musulmanas el reino de Granada, que subsistió dos siglos como vasallo y tributario de la corona de Castilla, esta demora en completar la reconquista fue debido a las frecuentes luchas internas en este reino.
La rápida extensión de esta última fase de la Reconquista y la escasez de población de los reinos cristianos hicieron que parte de la población musulmana permaneciera en sus tierras, tributando a los nobles o a las órdenes militares que habían apoyado a la corona en la conquista. Así se formaron los latifundios del sur de España y Portugal. La nobleza, con una clara falta de visión que respondía al desprecio por el trabajo manual que tan graves consecuencias tuvo para España en los siglos siguientes, dedicó con preferencia sus tierras a la ganadería en perjuicio de la agricultura que tan sabiamente se había desarrollado en la España musulmana, esto supuso convertir Castilla en una potencia lanera.
(En el siglo XVI se estimaba que pastaban en la Península unos cinco millones de merinas, casi un borrego por habitante, cuya lana era transformada fuera de España en tejidos diversos. Tejidos por los que se pagaba diez veces más de lo que se había cobrado por las materias primas necesarias para elaborarlos. Ver conclusiones del Memorial de Luis de Ortiz, entregado a Felipe II en 1558.)
Frente al creciente poder de la nobleza, la monarquía buscó el apoyo de los municipios, que habían adquirido conciencia de su carácter y de su fuerza, de forma que en las Cortes comienzan a participar, además del clero y de la nobleza, representantes de este nuevo y pujante poder. Con las nuevas formas de vida y de economía, surgen nuevas órdenes religiosas, como los franciscanos, que se mantienen en estrecho contacto con el pueblo y está siempre de su parte en las ocasiones de conflicto con la nobleza
Durante el siglo XIII, el reino de Castilla, por su situación económica desahogada, conoció un importante desarrollo de la arquitectura. Se levantaron iglesias con diferentes estilos. De puro estilo gótico, continuación del románico, son las catedrales de Cuenca, Sigüenza, Toledo, Burgos y León, algunas de las cuales son completadas o rematadas en siglos posteriores. A finales del siglo XIII y principios del XIV, se inicia la construcción de las grandes catedrales de la corona de Aragón: Palma de Mallorca, Gerona y Barcelona. La numerosa población musulmana de Aragón justifica la existencia de varias torres mudéjares, de las cuales, Teruel, posee un conjunto excepcional.

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